El preámbulo del documental nos recuerda la siguiente paradoja: el 15 de septiembre de 2008 cae Lehman Brother y las bolsas se desploman, al día siguiente la casa de subastas Sotheby´s bate record con obras de Damien Hirst.
Glenn Lowry es director del Moma (Nueva York), a la pregunta ¿quién define que constituye el arte contemporáneo? se escabulle y responde que "es una pregunta muy difícil, creo que ya ha nadie le preocupa si algo es una foto, un cuadro, un vídeo o una manifestación digital. Lo que pensamos es ¿tiene sentido?, ¿provoca algún impacto?, y los demás límites que definen claramente si algo era un grabado, un dibujo o una pintura ya son mucho más borrosos".
Pero sigue sin responder quién o quienes definen que constituye el arte contemporáneo. Que el arte contemporáneo esté basado en algo tan subjetivo como que tenga sentido ¿para quien?, o que provoque algún impacto, esto lo hace aún más confuso. Podríamos pensar que una cena con Anibal Lecter donde nos ofreciera un cerebro humano al chilindrón es un acto artístico digno de celebrarse en un museo.
Claro que algo parecido a esto ya se ha hecho, recuerdo la "cocina espiritual" (Spirit Cooking) de Marina Abramovic, donde realiza una performance con leche materna y esperma, "bébela en las noches en que haya terremotos" dice la receta.
En el documental, se muestra la opacidad que hay respecto al funcionamiento de eso que llaman "arte contemporáneo" (que no es más que una definición temporal, todo arte que se realiza en la actualidad, es contemporáneo). Aparecen los integrantes del circuito: artistas, curadores, coleccionistas, galeras y casas de subastas.
Se evidencia que el mercado del arte mueve mucho dinero, cuadros que se venden a precios desorbitados pero, se desconoce cuanto pagó el anterior dueño, afirmaciones como "el arte no tiene porqué ser necesariamente bello", a la cual podemos responder que el arte tampoco tiene por que ser feo.
Umberto Eco escribió en "Apocalipticos e integrados" un capítulo entero a la estética kitsch y a la cultura de masas, pero ahora, el kitsch a pasado a las élites, al menos económicas (no por ser más rico se tiene mejor gusto), aparece el pintor más caro y algunos creen que es el mejor, (solo el necio confunde valor y precio), Jeff Koons fascina a algunos millonarios porque solo ellos pueden permitirse tener un adefesio suyo en casa.
Me parece que si costaran 10 dólares la pieza de Jeff Koons, los coleccionistas que son entrevistados, no seguirían diciendo que ven una belleza suprema en esos gigantes globos de colores que forman figuras infantiles.
Está dirigido por Barry Avrich, dejo un enlace del trailer.